miércoles, 20 de junio de 2007

vampiros de la noche

Fui a la casa de la Paola a festejar su cumpleaños. La invitación llegó por Internet: "sorry por los maridos y pololos, pero es ladies' night". La verdad es que no me gusta mucho salir sola, pero como se trataba de mi buena amiga Paola, ahí estaba el sábado en la noche, a la hora indicada. Claro que también estaban convocados unos "bailarines exóticos" o vedettos, como les dice ella. "No te dije nada antes, porque sabía que no ibas a venir". Se disculpó de nuevo, pero me advirtió que no podía claudicar, abandonar la aventura por ningún motivo. Es que... ¡qué lata! La verdad que quería irme. Estaba preparada para una comida un poquillo más formal, que diera lugar a uno que otro chismorreo entretenido, ojalá inofensivo y definitivamente hilarante. A cambio, llegó un oloroso body builder vestido al estilo matrix que empezó a bailar contoneándose alrededor de todas las invitadas, especialmente de la cumpleañera, simulando escenas eróticas con todo desparpajo. Seguramente puse mi cara como si estuviera oliendo un basural, pero como soy bien educada me compuse, me dejé llevar por el momento y traté de pasarlo bien. Además que si me mostraba muy incómoda, matrix seguramente iba a bailar más tiempo alrededor mío. Tenía que evitarlo a toda costa. No es algo que disfrute en absoluto. Pero aparentemente a mi amiga le encantan. Se fue matrix y llegó un negrito caribeño, aprendiz en las artes del baile exótico, que no tuvo más remedio que rematar el show enseñándonos a bailar salsa. En el fondo, sentí pena por ambos, por la situación, por todo. Ellos bailan y van desnudándose pretendiendo provocar a una audiencia a ratos nerviosa, a ratos burlona y en todo momento escrutadora. Seguramente ellos piensan lo terrible de unas mujeres solitarias que se entretienen mirando cómo se empiluchan delante de ellas. Vista de lejos, es una situación desoladora, sacada de los rincones más oscuros del alma humana: pagas, miras, desprecias, pretendes, huyes y te escondes en el anonimato de la noche. Luego de superada la prueba, y cuando di por complacida a mi amiga, salí de ahí y volví a casa. A mi casa, a mi vida sencilla, austera, clara.

viernes, 15 de junio de 2007

Anastasia después de la lluvia

Ya se ha evaporado casi toda el agua que ha caido en estos dos tristemente encantadores días de lluvia. Disfruto el breve momento -después que escampa- en que puedo mirar claramente a la cordillera nevada, imponente, altiva. Eso dura poco porque el aire vuelve luego a ser presa de la contaminación. El invierno en esta ciudad es gracias a ello insoportable: maldito esmog. Mientras hiela afuera, estaba tratando de conectarme con este blog, para empezar a editarlo. Por Dios qué me cuesta hacerlo. Y cuando finalmente me enfrento a la pantalla, ya se me ha olvidado lo que tenía que decir. Estaba tan concentrada en tratar de entrar a este asunto (y tan frustrada de no poder hacerlo) que debo alzar la voz. ¿Cómo lo hago?
Aprovechemos, sin embargo.
Es una pena no poder compartir el paisaje y sus evocaciones con los míos más cercanos. Bueno, está Alfredo y Laurita y Pedrito y acaso podía haberlos llevado a ver la nieve que seguramente ha caido en el camino Juan Pablo II. Pero como se prevé que caerá una nueva nevada (o helá como dicen aqui) esta noche, podremos ir mañana. Será muy entretenido y así no se quedarán en casa, dando impresión a mi suegra que están aquí, encerrados y aislados de todo el mundo. Esa es una batalla constante, que en ocasiones remite y a veces estalla. No es un tira y afloja, sino un camino pedregoso, que puede ser llevadero a ratos, si encuentras un ritmo para caminar pero que decae fácilmente y te puedes doblar los tobillos. Por ahora, ella y yo, estamos en remisión y es porque yo estoy en retirada. No quiero más. Siento que tengo mucha pena y mucha soledad como para sentir que ella no me comprende. A veces me parece que me encuentro en el callejón de los amores no correspondidos.