Estoy igual que mi amiga Veris y mi cuñado Rodo: trotando. Claro que recién he comenzado hace una semana y todavía lo hago de a poquito, corriendo unos 3 o 4 kilómetros y tratando de aumentar la distancia cada vez. Además ya me compré unos kits que me van a salvar las rodillas. En cuanto a indumentaria, todavia troto como deportista pobre y esforzada. Pero ya me iré poniendo al día. Es increible la industria del consumo. Hay ropa para trotar, para el gimnasio, para hacer trekking, para ir al supermercado después de tu clase de aeróbicos, en fin. Así que he ido a un sinfín de tiendas y en todas hay shorts normales, apretados, largos, cortos, a media pierna y eso que son los de verano. Luego, en la temporada de invierno, llegarán los buzos largos. Por ahora, hay poleras sin mangas, con manga corta, modernas, clásicas, con diseños, colores pasteles y chillones, para todos los gustos. A mi me sirve la polera blanca y el short azul, para qué más, me pregunto. Pero aún para mi famélico gusto hay muchas variaciones. ¿Qué está pasando en el mundo de hoy? Es un consumismo interminable, la caja de Pandora. Lo mismo pasa con los shampoo. Hace unos años habían básicamente tres tipos de shampoo: para cabello normal, graso y seco. Hoy día me mareo con la variedad que figuran en los estantes de los supermercados y farmacias; hay shampoo para cabello rizado, rizado sin frizz, opaco, seco, quebradizo, reseco, maltratado, liso, liso extremo, hidratante, rizos hidratados, puntas secas y raíces grasas, tinturado, brillo extremo, rubios brillantes, castaños brillantes, rojos brillantes. En alguna de estas categorías entra mi pelo, pero no sé en cuál. Hasta el día de hoy no he encontrado uno que realmente me sirva. En realidad, solo quiero lavarme el pelo y que quede lindo. Y sólo quiero hacer un poco de ejercicio...
lunes, 11 de febrero de 2008
entre tantos, no hay ninguno
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