jueves, 7 de febrero de 2008
la ciudad que se me escapa entre los dedos
Algo distinto me ocurre cuando voy a trotar. Vivo en una zona rural, con calles pavimentadas a la mala, caminos de tierra, árboles y arbustos que acosan desordenadamente la pasada, asi que opto por irme a un condominio, organizado, debidamente pavimentado, limpio. Pido permiso para entrar y dar una vuelta trotando y así sigo, pero me siento extraña. He vivido tanto tiempo en la ciudad, acostumbrada a gozar de los espacios urbanos que son de uno y de todos, que me siento en cierta forma invadiendo un espacio privado. Algunos pensarán que soy una nueva vecina que llegó al condominio, que es enorme. Otros ni se darán por aludidos. No se ve a nadie en las calles. Nadie camina, nadie pasea. Los jardineros merodean por los alrededores, regando el pasto que clama por agua en los calientes días del verano. Muchos albañiles se cuelgan de los muros a medio construir. No hay nadie más. Sólo yo trotando, entorpeciendo lo que parece una silenciosa fotografía publicitaria: "ven a gozar de la paz del campo a solo 10 minutos de la ciudad". Pero pareciera que nadie goza nada en este oasis de cemento. Pareciera. Es que ahora todos nos conformamos con parecer, la vida es un espejismo, una verdad velada. Quien sabe si detrás de las paredes, escondidos en las casas, gozan de si mismos. Ya no es la ciudad a la que estoy acostumbrada, la que me pertenece y la que comparto. Y yo tampoco soy la misma. Más tarde, cuando estaba llegando a mi propio condominio, un auto manejado por un extraño aprovechó mi pasada y entró a la parcela. Lo miré y miré la placa del auto para memorizarla. Quise parar y preguntarle si buscaba a alguien. Estoy desconfiando. El auto pasó de largo a la casa del fondo. Ásí como yo cuando trotaba, pasando de largo por las casas inertes. Qué pena haber llegado a esto, una ciudadanía segregada, buscando el bienestar entre cuatro paredes. Estamos olvidándonos de vivir en sociedad. Cuánto extraño la ciudad que es mía y de todos, cuánto extraño a la Anastasia que no tenía pudor en pasear por las calles.
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