domingo, 18 de julio de 2010

Edmundo Paz Soldán


“Soy un escritor, pero el que quiero ser está siempre en construcción”

Ya es un autor de renombre en el panorama literario hispanoamericano. Además es un referente de opinión en temas de actualidad internacional. De hecho, este encuentro ocurrió en Santiago de Chile, desde donde el escritor cochabambino conversa sobre la realidad boliviana de hoy, el liderazgo del presidente Morales y su propia literatura.




El escritor El académico. El columnista. El compatriota. El desconocido. Y otra vez el escritor. Edmundo Paz Soldán se despliega en todas las versiones de si mismo a lo largo de los cinco días que ha pasado en Santiago, con motivo de un simposio, y que son los mismos que vengo acompañándolo de lejos, no tan lejos y finalmente cerca.

“Tengo la vocación muy marcada”, confiesa. Cerca es ahora, en una mesa del comedor del hotel donde se hospeda. Afuera un magnánimo sol intenta entibiar la mañana. Pero da lo mismo si sus esfuerzos son en vano; el cielo escampado y luminoso es de por si una victoria.

No puedes librarte de los días nublados, le digo. Asiente. Edmundo vive en Ithaca, un pueblo al norte de Nueva York, cerca de la frontera con Canadá, donde el frío y la nieve se sienten durante gran parte del año. Y lo que puede ser un detalle, como el clima, es mas bien una realidad contundente: Ithaca, y no su Cochabamba natal, es su hogar desde hace 12 años.

Sede de la Universidad de Cornell, es ahí donde Edmundo imparte la cátedra de Literatura Latinoamericana. Desde allí también escribe las columnas de opinión sobre temas de política y literatura que son publicadas en varios diarios y revistas del mundo, El País de España, o La Tercera de Chile, entre otros. Alimenta regularmente su blog, que se difunde a través de El boomeran y está trabajando en la novela Norte, la última que se suma a las ocho ya publicadas hasta ahora.

Tus novelas repasan la historia reciente de Bolivia. ¿Cómo ves a nuestro país en este momento?

Creo que estamos atravesando un momento relativamente estable, considerando nuestra historia. Ese empate catastrófico que marcó la historia de los últimos diez o quince años en el país, se ha resuelto a favor de una victoria contundente del MAS. De ahí viene una estabilidad relativa, ya que siendo el país como es, siempre van a haber conflictos. Evo va a seguir en su intento de copar todas las áreas del poder en un proyecto hegemónico y mientras la oposición no consiga líderes o haga una propuesta capaz de responder a la del MAS, las cosas van a seguir como están en el país, por lo menos en lo que queda del gobierno de Evo.

Tomando el momento actual como punto de partida, ¿se puede hacer una proyección sobre el tipo de país que tendremos de aquí a unos años?

Es muy difícil hacer predicciones de ese tipo, especialmente en la política boliviana. Depende de lo que Evo y su partido vayan a hacer en lo que queda de su mandato. Mucho depende también si aparecen líderes indígenas capaces de quitarle el liderazgo a Evo, o líderes de la oposición que puedan enfrentarse de una manera coherente al proyecto de Evo. Si creo que hay un cambio fundamental que ha permitido la inclusión de sectores sociales marginados. El desafío debiera ser que esa inclusión sea armónica, y sin rencores, lo cual es muy difícil, pensando en el accionar del MAS en los últimos años. Mas bien, ese intento de inclusión ha generado mucha desconfianza y malestar regional y han aflorado viejas tensiones acerca de nuestras diferencias regionales. La victoria de Evo puede terminar siendo muy costosa. La apertura a otros grupos está siendo hecha a costa de la ruptura de cierto pacto social que existía en el país. Esa es la parte más complicada y para eso se necesita un tipo de liderazgo que quizás no es el de Evo.

Has mencionado el liderazgo del presidente. Es indudablemente un hombre de gran carisma, con un discurso convincente, algo desbocado últimamente. ¿Cómo evalúas el liderazgo de Evo Morales?

No es casualidad que Evo tenga tanto capital político. Digan lo que digan, Evo es capaz de lograr, en cualquier elección, más del 50 por ciento de los votos. Eso no se logró con ningún partido político tradicional en toda nuestra historia democrática desde los años 80. Eso se debe a que Evo está interpretando el sentir de las mayorías en Bolivia. Puede ser que ese sentir tenga que ver con mucho rencor acumulado por las injusticias sociales que han existido en el país durante siglos. Pero también creo que un buen liderazgo se define por la capacidad de apuntar a caminos opuestos a lo que quiere ese pueblo. Me explico: cuando (Nelson) Mandela sube al poder, mucha gente que lo apoyaba, quería venganza contra los blancos del apartheid. Pero él dijo que no, que la única forma de convertir a Sudáfrica en un modelo de país moderno es la incorporación de aquellos que los despreciaban. Eso es lo que hace que Mandela sea diferente, no solamente a Evo, sino a casi todos los líderes políticos que hemos tenido a lo largo del siglo XX. Con la visión de ir más allá de la cosa mezquina y en el momento en que Evo pueda lograr eso, vamos a estar hablando de un liderazgo que no solamente responde a las mayorías, sino que responde a todo el país.

¿Cuán virtuosa o perversa puede ser la influencia de Hugo Chávez en Evo Morales?

Creo que hay una admiración genuina de parte de Evo hacia Chávez y creo que también hay una cuestión de pragmatismo. Si Evo va a enfrentarse al imperio, necesita tener aliados fuertes y el único aliado posible es Chávez. Cuba puede ser un aliado simbólico pero no tiene capital económico. Un país tan pequeño como Bolivia necesita adscribirse a un eje más grande para poder sentir que su batalla contra el gigante tiene sentido. Por ese lado se entiende muy bien la necesidad que tiene Evo de seguir a Chávez. Y si no hubiera sido Chávez, sería Lula o algún otro líder regional. A Bolivia, por si sola, no se le va hacer caso; tiene muy poco peso específico en el concierto de las naciones.

Sumarían más de veinte años los que Edmundo ha dejado Bolivia. Se fue a estudiar Ciencias Políticas. Tiene un doctorado en Literatura Hispanoamericana. Acaso el reconocimiento más importante que haya recibido es el Premio de Cuento Juan Rulfo en 1997. Recorrido y méritos que han tenido siempre un referente lejano y predilecto: la patria.

¿Habrías tenido el mismo destino como escritor si te hubieras quedado en Bolivia?

Nunca se sabe. Yo tiendo a distraerme muy fácilmente. Tengo la suerte de vivir ocho meses al año en un pueblito en la frontera con Canadá, de 60 mil habitantes, en el que no hay muchas distracciones y eso me ha permitido concentrarme. Quizás en Bolivia me habría sido más difícil. En Bolivia es muy difícil estar solo con uno mismo. Y tampoco uno quiere estar solo. Tienes a la familia, los amigos, la vida social tan intensa, tan entrañable. Yo tenía la vocación muy marcada, no habría dejado de ser escritor pero me habría dividido en varias otras cosas. No me habría enfocado tanto en la literatura, habría sido más disperso.

¿En qué ha influido esa distancia con el país en tu obra?

Vas construyendo otro país en la distancia. Está mezclado con tus recuerdos, con la Bolivia de hoy y con las cosas que vives en el presente. A veces la distancia es buena porque te permite tener una perspectiva amplia sobre las cosas. Y a veces no es buena, porque te impide estar en el día a día. Creo que lo mejor que te puede dar la distancia es la sensación de extrañeza. Cuando ciertas cosas son parte tuya, cuando eres parte de una sociedad, no las cuestionas. Pero al salir, vivir en otro lado y volver, te chocan, te llaman la atención y creo que de ese chocar, muchas veces nace la escritura. El gran peligro de un escritor es familiarizarse demasiado con lo que está en el entorno, que ya nada te llame la atención.

Con el libro Los vivos y los muertos, publicado en 2009, el autor marca una distancia temática con Bolivia. Por años, Estados Unidos le había intimidado, hasta que dio con la historia trágica de un grupo de adolescentes en Madison, pueblo ubicado a 20 minutos de Ithaca. Fue casi como escribir sobre mi barrio, dice.

Ahora trabaja en una nueva novela ambientada en la frontera entre Estados Unidos y México, aún más lejos. Ahí radicaría el misterioso encanto del escritor. “Por suerte en la literatura uno siempre tiene mucho que aprender y si uno no se pone nuevos desafíos, no busca nuevos registros, la obra se puede anquilosar. Una de las cosas que me atraía de esta nueva novela es que se trata de un espacio que no conozco. Y digo, medio en serio y medio en broma, que mi siguiente proyecto es ambientar una novela en Marte. No quisiera quedarme en los territorios que ya conozco de Cochabamba o Río Fugitivo. El momento en que todo empieza a salir muy fácilmente, es cuando hay que preocuparse. Creo que uno tiene que estar constantemente desafiándose. No siento que haya llegado al lugar que quiero llegar. Me siento, sí, un escritor. El que quiero ser, siempre está en construcción”.

Maria Elisa Martinic

Entrevista realizada en mayo de 2010, y publicada en la revista Cosas Bolivia en la edición de julio del mismo año.

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